lunes, 6 de mayo de 2013

LA IDEOLOGÍA Y LA CONCHA

Hoy me acerque al Frente de Artistas del Borda. Como otras quinientas personas, estuve ahí, fui presente, estuve presente. Y entre el público visualice a mi ginecóloga. Y pensé en lo curioso que estuviéramos en ese lugar las dos juntas. En este caso nos unía algo más que mi concha. Pensaba en como la miraría, ya que estaba acostumbrada a mirarla desde la camilla o con un escritorio de por medio. Y verla así, como al desnudo me dio impresión.
Pensé en las ideologías de las conchas, o en las conchas y su ideología o en algo parecido.
Pensé en cuán de acuerdo estábamos. Las dos nos encontrábamos adentro del Borda, con los locos, muchos jóvenes y algunos referentes como Alfredo Moffatt, Nora Cortiñas (entre muchos otros) de este movimiento que hoy se une en contra de Macri y su inmobiliaria política represiva.
Pero no éramos los únicos. Afuera del Borda, en la calle se encontraban  unos 50 a 100 militantes de La Cámpora o simpatizantes a ellos, con banderas, stand, canchas de futbol (¡con arco y todo!) un escenario muy bien preparado, luces y un generador de importantes caballos.
Dije, podría mi concha estar afuera con la ginecóloga, pero nos encontramos juntas dentro. Pregunte el porqué de esta disquisición espacial, y resulto que como tenia banderas políticas que no querían guardar, se decidieron por fuera, lejos de los locos (porque los locos no pueden salir del Borda), y adentro un grupo mucho mas improvisado (sin escenario, con 5 sillas nada mas, un micrófono y dos parlantes). Pero también mucho más numerosos nos estaba dando muchas enseñanzas que era más que un espectáculo,  una invitación a la reflexión.
Me pregunte para que estaban los de afuera, para quien, porque no estaban con los locos, ¿con quién dialogaban? ¿Con una interna de ellos? ¿Con otras agrupaciones políticas? Para quien esa movida si no era para los locos, claramente no era así, no estaban con ellos, porque no los iban a dejar salir. De pronto sentí una esquizofrenia política que hacía que todos los recursos de infraestructura estuvieran donde no tenían que estar. El orgullo de sostener una bandera. ¿A quién mostramos nuestras banderas?
Respuestas podrían ser múltiples, pero bueno, pensé en mi ginecóloga otra vez. En lo involucrado de nuestros genitales en estas escenas, en todas las ginecólogas y ginecólogos que además de mirar conchas y culos, miran una realidad que nos convoca.
Observe también, ahí donde quería estar, como se equivocaban al cercenar la palabra a un hombre loco, porque otro hombre loco (con mejor aspecto, y con todos sus dientes) le decía que había algo organizado y que debía cumplirse. Locos todos, ya sea por la rigidez de una organización que no permitía un devenir mucho más interesante (un poema que estaba leyendo un interno del Borda que decía algo así como: “Se vino el redondito en esta sociedad de Octubres, con la mierda de la vida por querer cantar un canto…”) o por querer engañarlo como a un niño con puras patrañas (“vamos a otro lado a tomar un mate”), hasta por la fuerza querer sacarle el micrófono.
Pensé en coger con el loco como cúspide de lo que un cuerpo hace con el otro al solidarizarse, pero decidí retirarme con la concha limpia. Preguntándome como se podía involucrar más mis genitales sin tener que andar copulando por doquier. Estuve presente, me hice presente, pero algo de la estructura expectante te deja también un poco vacía. ¿Neurosis de mis genitales? No se…
Tal vez un sabor amargo porque gente tan linda este de pronto tan cerca de la estupidez. Y los que espectamos tan cerca de la parálisis.
Pero fue un abrupto. Un destiempo. Y esto es solo una lupa en ese momento. Sé que muchos artistas se acercaron a apoyar a esta comunidad. Pidiendo por una proceso de desmanicomialización pero con una alternativa de comunidad terapéutica que deje de aislar a estos emergentes de la sociedad. (Bandera que tomo la derecha para quedarse con los terrenos y dejar de invertir lo poco que invierten, pero sin la ultima parte).
Hace tiempo que mis genitales dejaron de creer que una institución como la cárcel o el manicomio podía “resocializar”. Es como enseñarle a jugar a la pelota a alguien dentro de un ascensor. La panacea de la resocialización es un nefasto sistema de sometimiento progresivo que dejan al sujeto con la vergüenza de los premios y castigos.
Trabajar se convierte en una restricción para los jóvenes, locos y aquellos que delinquieron y eso te deja por fuera de lo que sea.
Me alegro de encontrarme con la loca de mi ginecóloga… Verla fuera de su consultorio. Asomada para ver lo ideológico de las conchas y mirarnos como mujeres que somos.

E.W.
5/5/13