Para dejar
de ser uno, (pura entelequia) y comenzar a ser yo (un poco de lo real).
Un hombre revolviendo un tacho de
basura, olía minuciosamente unas fetas de queso. Miraba con cara de búsqueda de
lo que todavía sirve, todavía se puede, todavía se come. ¿Estará muy vencido?, cuanto olor a queso tendrá,
a queso viejo, queso rancio o queso podrido. El hombre huele el queso, mientras
yo me paseo por las góndolas y mis ojos se rechonchan de mirar 475 de
variedades de quesos. Queso a máquina, en hebras, dietético con o sin sal,
mucha crema, poca crema, magro, paquete azul, verde, rojo, rallado en
horma, variedades de quesos, quesos por todos lados. Quesos que
avasallan, cantidad de quesos… frescos, ordenados y etiquetados.
Llorar no es suficiente. Dar plata
no es suficiente. El queso seguirá siendo queso para pocos. Y la distribución para
“todos y todas” se dará solo a partir de los tachos de basura. El tacho de
basura es el centro de distribución de la riqueza. La riqueza se comparte en
los desechos, vómitos y cacas de perros y gatos en bolsitas. Todo mezclado. Con
olor a todo junto.
LOS TACHOS DE BASURAS ES EL ACTO
DEMOCRATICO DE LAS SOCIEDADES DE CONSUMO. Y avanzamos en este sentido, con
derechos, programas de protección, cartoneros unidos, cooperativas de
revoltijos. Más democracia, más tachos de basura. Basura de mierda, basura de
consumo, basura que todavía se puede, se sirve, se reparte.
Y entonces las manos de la excepción,
las manos de este hombre, recogen con la dignidad de los estoicos, los
desechos. ¿Mientras, hasta que, esperando que?
Nacerán y morirán en la excepción. Y
si algunas de esas manos y narices dejan de revisar u oler, otras ocuparan su
lugar.
El hombre no reparó en mi mirada. Seguí
caminando, llore un poquitito, saque 10 pesos y volví al lugar. “Capaz que te
puedas comprar algo” le dije. “gracias” me contesta con una mirada tranquila y continúo
revolviendo el tacho.
Como poetizo mi mierda. Como poetizo
mi consumo. Que somos ¿seres, humanos, clientes, consumidores, individuos,
votantes? Pura basura.
La democracia no es suficiente, diría
Briski. La democracia tal y como la conocemos, no es la democracia. Es una
palabra que se apoderaron los “opresores capitalistas” que se convirtieron en demócratas,
hace poco. Nos quitaron esa palabra y nos hicieron creer que esta es la mejor
forma de vivir. Consumir, vivir, esa es la cuestión. Y nos dormimos en el tiempo
del progresismo para despertar tal vez en una línea de perfectibilidad que te
lleva a ser imperio, o en la misma línea de perfectibilidad que te deja en la excepción.
El subdesarrollo es necesario para el desarrollo, no son etapas, deben
necesariamente coexistir. Solo es cuestión de mudarse de región. Y el norte será otro, pero siempre habrá un
sur.
¿Y qué pasaría si frenáramos el
tiempo del progreso. Y qué pasaría si no hay ningún lado a donde llegar? Y qué pasaría
si comenzamos a discutir una nueva sociedad. Para que el hombre que acabo de
ver deje de oler el queso rancio. Las patas se irían a la cabeza. ¡Epa! “Nos
hacen tragar el mercado junto con la democracia” dijo Alan Badiou cuando anduvo
por Argentina. Yo digo que tendríamos que contagiarnos en la búsqueda de una
nueva sociedad. Como discutimos desde el barro, la democracia es más que ir a
votar cada 2 años. Es pensar al otro, en mi compañero, sus inquietudes, el
vecino, la mierda del perro, la basura, dejar de consumir, y ponernos a
producir, poetizar la vida, pensar como somos otros. Como nos juntamos. ¿Sera
solo cuestión de contagio? Cuantos más pensemos la otredad, sentir al otro, ¡pero pensar para hacer!, levantar la mirada
del celular y salir a la calle, sacarse los auriculares y escuchar un poco el
ruido de la polución, el gran acto libertario de amar… Volvemos todos artistas, tener todos en las
manos el mismo olor a queso. Comenzar a sentir que otra sociedad mejor es
posible. Con la imperiosa tarea de inventarla.
Paradojalmente,
E. W
19/9/13